lunes, 6 de octubre de 2008

Mi perro

El Hombre que aprendió a Ladrar

Mario Benedetti

Lo cierto es que fueron años de arduo y pragmático aprendizaje, con lapsos de
desalineamiento en los que estuvo a punto de desistir. Pero al fin triunfó la
perseverancia y Raimundo aprendió a ladrar. No a imitar ladridos, como suelen
hacer algunos chistosos o que se creen tales, sino verdaderamente a ladrar. ¿Qué
lo había impulsado a ese adiestramiento? Ante sus amigos se autoflagelaba con
humor: "La verdad es que ladro por no llorar". Sin embargo, la razón más
valedera era su amor casi franciscano hacia sus hermanos perros. Amor es
comunicación.¿Cómo amar entonces sin comunicarse?Para Raimundo representó un día
de gloria cuando su ladrido fue por fin comprendido por Leo, su hermano perro, y
(algo más extraordinario aún) él comprendió el ladrido de Leo. A partir de ese
día Raimundo y Leo se tendian, por lo general en los atardeceres, bajo la
glorieta y dialogaban sobre temas generales. A pesar de su amor por los hermanos
perros, Raimundo nunca había imaginado que Leo tuviera una tan sagaz visión del
mundo.Por fin, una tarde se animó a preguntarle, en varios sobrios ladridos:
"Dime, Leo, con toda franqueza: ¿qué opinás de mi forma de ladrar?". La
respuesta de Leo fue bastante escueta y sincera: "Yo diría que lo haces bastante
bien, pero tendrás que mejorar. Cuando ladras, todavía se te nota el acento
humano."


Me gusta Milán, me gusta mucho, me gusta su pelito y su olorcito, es muy simpático y torpe, ahora nos llevamos mejor que antes, yo creo que porque ahora nos queremos más, ya estamos más amalgamados, ya nos disfrutamos, aunque sea que yo me la pase leyendo y el nomás echado en su grande y roja almohada; lo meto a escondidas a mi casa, porque a mi mama le parece que es muy sucio, porque es grande y peludo, yo solo la escucho seguramente tiene razón, aunque a decir verdad, a mi no me parece ni tan grande ni tan peludo; Milán me recuerda que alguien me necesita, y no se que puedan pensar de mi en este punto, pero me gusta que me necesite, el depende tanto de mi, que no se, se siente bien tener esa responsabilidad, de tener que atenderlo y esta al pendiente de sus lagañas y quitárselas y de limarle las uñas. Milán es el chico mas guapo del pueblo, al menos es lo que siempre le digo y no se si me entienda pero se me queda viendo, con sus ojazos tristes y su cortecito de pelo ridículo, y se acurruca en mi y siento su respiración espesa, como la de Beto cuando esta borracho e imagino que lo hace para olerme y guardar mi olor en su nariz.
Me acuerdo del libro “El Principito” cuando el zorro le dice al principito que lo domestique, yo creo que Milán y yo ya estamos domesticados, para el soy única y para mi el es… el chico mas guapo del pueblo. A veces me gustaría decírselo y que me lo escuchara y mejor aun, que me lo entendiera, pero soy bruta, porque pues el me quiere de otra forma y creo que no es solo porque le doy de comer, he llegado a pensar en su genuino y autentico amor; en verdad me gusta Milán, y escribo esto porque quería inmortalizar el sentimiento. Talvez mi idea esa de que cuando estamos muertos, Dios como regalo final, nos pone un video que contiene imágenes y audio de todas las personas que hablaron bien de nosotros mientras no estábamos, que decían que nos querían, por el mero placer de hacerlo; talvez eso sea verdad y entonces le diría a Dios que esta bien si no me pone el video a mi, yo ya se quien me quiere aunque este ausente, pero que le ponga el video de este instante a Milán, de hoy mismo con mi blusa de gorra rosa y mis dedos en el teclado y mi cara iluminada por el monitor y le diga: “mira Milan, tengo un video para ti” y el pueda escuchar mi voz, esa voz que escucho en mi cabeza mientras escribo, eso estaria bien, no lo creen?

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