domingo, 18 de febrero de 2007

Cinco veces Julieta

Por Roberto Saenz
Ella recorría todas las tardes el mismo parque, solitaria observaba como el viento acariciaba las hojas de los árboles, dibujaba con las manos caballos, caballos de todos colores que jugaban con las nubes que rondaban la escena, Julieta, esa era Julieta, blanca como la nieve, cabello negro como el cosmos, ojos que penetraban lo impenetrable. Hablo de Julieta, Julieta la amiga, Julieta la amante, Julieta la puta.

Hablo de aquella que un día desnuda recorrió el camino del placer, y que ese mismo día sepulto en el horizonte las llagas del amor. Ella miraba hacia la ventana, parecía no comprender, miraba la luna mientras acariciaba la cortina, cantaba, enmudecía, cantaba y volvía a enmudecer. Julieta era sencilla, un café y un beso era más que suficiente, sexo por las tardes después de ir al parque a caminar, Julieta no lloraba, prefería cantar, y así demostraba que nada escondía.

Julieta devuelve lo que te llevaste, devuelve esa mirada a quien una o más veces la secuestro, Julieta ¿recuerdas el baúl?, Recuerdas ser la reina vestida con telas finas, corona y zapatillas, Julieta recuerdas los paseos que solíamos dar en los atardeceres de París, las tazas de té en Bruzuelas, Julieta no recuerda nada, ni eso ni todo lo demás.
Encierra su mirada dentro de otra, y otra, y otra, de forma que nunca más puede salir.

Recuerdo a la Julieta furiosa por no poder cortar una manzana, recuerdo a Julieta, la recuerdo a ella y sus piernas, su pelo, sus dedos, sus pechos, su boca. Julieta devuelve lo que no te pertenece, devuelve ese saco lleno de angustia, de coraje, de deseo y de placer.

Julieta, me costo cinco dólares deshacerme de ti, eso cinco dólares que tomaste de mi billetera antes de tomar el tren de regreso a tú asqueroso mundo. Cinco dólares me costo conocerte y llevarte a la cama, cinco dólares me costo tú recuerdo, pero lo que importa no es el precio. Importa que contigo te llevaste un amor, un placer, un gusto, un bonito día, mi cama y la imagen de la mujer más bella que he conocido, y esos cinco dólares no devuelven todo lo anterior.

Los días han pasado, solo espero que el teléfono que esta frente a la cama suene, y levantar el auricular y escuchar por última vez su voz, su tono de belleza, y despedirme y poder decirle cuanto la odio por haberme enamorado y que no regrese, que el amor no tiene oferta.

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